Sobre las lenguas

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Hace muchos años, en una de las primeras conversaciones que tuve con Bernardo Atxaga, le cité un pasaje del Quijote que él no conocía, o no recordaba, pero que es una de las declaraciones más limpias de respeto por las lenguas de cada cual que he leído en mi vida. Está en uno de los capítulos en los que aparece ese personaje que es el centro moral de la segunda parte de la novela, don Diego de Miranda, el “Caballero del Verde Gabán”, el hombre tranquilo, cultivado, tolerante y sedentario que a Cervantes le habría gustado ser, una especie de Montaigne escondido en un pueblo de Castilla. En un momento dado, don Diego le ha contado a don Quijote que tiene un hijo poeta, tan aficionado a la literatura clásica que desdeña el romance, es decir, la lengua común, en este caso la castellana. Y don Quijote le dice estas palabras memorables:

“Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doime a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino. En resolución,  todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las extranjeras para declarar la alteza de sus conceptos; y siendo esto así, razón sería que se extendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase al poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno, que escribe en la suya”.

Don Quijote, II, XVI

Don Quijote. Portada de la cuarta edición.
Don Quijote. Portada de la cuarta edición.